Protagonista Celia Rico Clavellino
Celia Rico repite en el concurso esta vez con una adaptación en la que continúa explorando los vínculos familiares desde la mirada femenina
TAMARA HARILLO
En 2013 presentó en este Festival su multipremiado corto ‘Luisa no está en casa’ y el pasado año ‘Los pequeños amores’, que se llevó biznaga. Málaga se ha convertido en parada obligatoria para sus trabajos, ¿no?
Estoy muy agradecida de que el Festival apoye mi carrera, sí. Lo bonito de volver a Málaga es que sientes que formas parte de la familia del Festival y después de la experiencia del año pasado, que fue superbonito estrenar aquí, sé que va a ser un lugar privilegiado para compartir esta película con los espectadores. Tener ese primer pase, además en mi tierra, es muy emocionante.
Ahora nos trae ‘La buena letra’, basada en la novela homónima de Rafael Chirbes. ¿Cómo ha sido este cambio de pasar de escribir todos sus guiones a adaptar una novela?
Ha sido un cambio importante y una experiencia muy interesante. Estudié Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, así que el mundo de los libros me ha acompañado siempre. Y adaptar un libro es algo que siempre había querido hacer. En concreto, que sea Chirbes ha sido un desafío enorme. Su universo es vasto, complejo y lleno de capas. Es un escritor brillante con muchos lectores fieles. Me apetecía hacer algo que no defraudara a sus lectores y que tuviera la esencia tanto de su pensamiento como del sentimiento que volcó en esta novela, que es una de sus más personales.
Y tan comprometida con la memoria histórica.
Totalmente. Cuando leí la novela, además de ese compromiso con la historia de nuestro país y su mirada tan lúcida, sentí una tristeza enorme. La novela está contada desde un personaje femenino, una mujer que podría representar a nuestras abuelas o bisabuelas. Chirbes escribió con un conocimiento profundo del sentimiento que dejó la guerra, la posguerra y el hambre, y de cómo todo lo que pasó configuró las relaciones familiares y sociales. Su mirada no es la de la Historia con mayúsculas, sino la de la historia pequeña, la que ocurre dentro de las casas, en los sueños frustrados y las ilusiones perdidas. Me conmovió y me dio un espacio para pensar en cómo pudo ser en el caso de mi familia. Por desgracia, no he podido hablar tanto con mis abuelos porque murieron cuando yo era más joven, pero ha sido muy especial entrar en diálogo con esa generación, documentarme y poner en valor a esas personas que se sacrificaron.
Es una forma de homenajear también, ¿no?
Sí, hay una voluntad de reflexión sobre cómo la guerra y la dictadura moldearon las vidas de muchas personas. A pesar de que hemos hablado mucho de la guerra y la posguerra, creo que los relatos más íntimos, los de los sueños que nunca se cumplieron, no los hemos escuchado tanto. Me pareció interesante adentrarme en ese terreno con respeto y ganas de entender la historia de nuestro país.
Aunque la película está ambientada en la posguerra, pone el foco en lo íntimo, en lo cotidiano, en situaciones donde el silencio tiene más peso que lo que se habla.
Con el texto de Chirbes pensé que había una forma de narrar con pequeños detalles de lo cotidiano que se parecía mucho a la forma en la que a mí me gusta hacer cine. He intentado poner su universo en conversación con el mío y narrar desde ese lugar: cómo lo cotidiano nos ayuda a explicar la condición humana. Esta película está construida a base de detalles, gestos, miradas y elementos aparentemente intrascendentes que revelan todas las líneas invisibles de las relaciones familiares.
Sigue siendo un tema referencial en su cine. ¿Desde qué perspectiva lo explora esta vez?
Sí, es cierto que en mis anteriores películas me he centrado mucho en el vínculo madre-hija, que es casi ancestral. Pero en esta película la familia se amplía. El protagonismo recae en un matrimonio, pero también está la convivencia de dos hermanos con sus respectivas esposas, junto con la madre y la abuela, todos dentro de una misma casa. Antes, cuando no había muchos recursos, las familias convivían así, y eso genera dinámicas muy interesantes. La convivencia en un mismo espacio, el acto de sentarse juntos a la mesa y compartir los alimentos, crea situaciones que revelan hasta qué punto podemos compartir o no. Me interesa mucho situar la historia en ese espacio íntimo, que al final nos define.
¿Diría que esta película es una evolución natural de sus trabajos anteriores, añadiendo nuevas capas a su propuesta?
Creo que es una continuidad orgánica, pero lo que no ha cambiado es mi mirada. Siempre parto desde una perspectiva femenina. La novela en la que se basa la película está contada desde la voz de una madre que escribe a su hijo, y eso me parecía fundamental mantenerlo. En la historia, las dos mujeres protagonistas, interpretadas por Loreto Mauleón y Ana Rujas, representan formas distintas de entender el mundo. Al reflexionar sobre cómo representarlas, me di cuenta de que las grandes perdedoras de la guerra fueron las mujeres, sin importar el bando. Antes de la dictadura, aunque la sociedad era patriarcal, las mujeres tenían ciertas oportunidades. Pero la guerra y la dictadura supusieron un retroceso enorme. Se impuso el modelo de “ángel del hogar”, donde la mujer solo podía guisar, coser y callar. Y eso afectó a todas. He querido mostrar ese choque entre una mujer conservadora, que no eligió serlo sino que el contexto la obligó, y otra mujer con ideas distintas, que tampoco fue comprendida. La película no toma partido, sino que busca que entendamos ambas posturas.
¿Y cómo ha sido dirigir unos personajes con tanta carga emocional?
En mis anteriores películas siempre he dejado espacio para momentos ligeros, con dosis de humor, pero aquí el contexto es muy fuerte. Aunque hay pequeños momentos de belleza en el día a día, la tensión exterior está siempre presente en los personajes. Los actores contenían toda esa tensión, ese silencio de la época, todo lo que no se podía hablar pero se guardaba. Incluso tuvieron que adelgazar para reflejar la dureza de los años del hambre en la posguerra. Fue un trabajo muy físico y emocional.
‘LA BUENA LETRA’
En un pueblo valenciano, durante la posguerra, Ana trata de salir adelante con su familia; la Guerra Civil ha abierto una profunda herida en todos ellos, especialmente en su cuñado, Antonio. Ana intenta curar esa herida a base de guisos, secretos y silencios, pero cuando Isabel, recién casada con Antonio, llega a la familia, las atenciones y cuidados de Ana valdrán de poco o nada: el sacrificio no siempre tiene su recompensa.