Protagonista Daniel Guzmán
Daniel Guzmán inaugura el 28 Festival de Málaga con una historia que refleja el problema de la vivienda de las grandes ciudades
JESÚS ZOTANO
Van tres de tres estrenos en Málaga. ¿Cómo es su conexión con la ciudad, con su público y con el Festival?
El Festival de Málaga y su público son referentes en mi trabajo como cineasta, ya que me han regalado algunos de los momentos más especiales e importantes, a nivel personal y profesional. Desde que empecé a dirigir y presenté mi primer cortometraje, ‘Sueños’, en 2003, hasta hoy, en todos mis anteriores trabajos he recibido un cariño y un apoyo incondicional que siempre recuerdo de manera especial. Presentar un proyecto en Málaga siempre te hace ilusión, en gran medida por el apoyo y respuesta del público. Estoy muy contento de volver con ‘La deuda’.
Este año, además, inaugura el certamen. ¿Le provoca esta circunstancia un poco más de nervios?
Estar en Sección Oficial a Competición siempre genera cierta responsabilidad y cierto respeto. Es cierto que inaugurar el certamen suma aún mayor valor a estos aspectos. Espero que cumplamos las expectativas y que el público disfrute y conecte con esta historia.
Tardó diez años para hacer ‘A cambio de nada’ y siete para filmar ‘Canallas’. Con ‘La deuda’ sólo ha necesitado tres años. ¿Se sabe ya todos los secretos de hacer cine?
Sí, ¡voy bajando la media! [risas]. Según los años que tardé en las dos primeras películas dije: “A este paso sólo hago tres”. Así que he tenido que acortar los plazos porque no me salían las cuentas. Vivir de hacer una película cada diez años no es muy saludable. En mi caso, el objetivo de hacer cine no es otro que la necesidad de compartir historias. El sentido de hacer películas es compartir vivencias, compartir experiencias a través de la ficción que ayuden a entender otros puntos de vista, a entender otras vidas, otras circunstancias, otros comportamientos que nos cuestionen y, sobre todo, que nos generen cierta empatía con la gente que nos rodea. El cine nos ayuda a entendernos y a ponernos en otros lugares. Al final, uno hace películas para compartir historias, emocionar, divertir e invitar a la reflexión. Ese es para mí el sentido de hacer cine.
Háblenos de ‘La deuda’, una historia en la que sus protagonistas, que pertenecen a generaciones distintas, se enfrentan al mismo problema: la gentrificación causada por el negocio de las viviendas turísticas.
Así es. El modelo de vivienda y ocupacionalidad de las grandes capitales es insostenible. Obviamente, la gentrificación, que no es otra cosa que el lucro y la subida de precios de las viviendas como consecuencia del modelo insostenible de los países que abocan su econocmía al turismo, al ladrillo y a ser un país de servicio, provoca esta desigualdad y este desefase. Lo que hace que los habitantes de los barios céntricos se muevan a otros barrios más alejados para explotar sus viviendas como viviendas turísticas de paso. Esa es la realidad, y el cine, entre otras cosas, es un altavoz para contar historias. Esta es, entre otras, una parte o el trasfondo de ‘La dueda’. En el fondo, esta película es una historia de amor entre dos personas de diferente generación que se cuidan, se ayudan y se necesitan en una ciudad, a veces, hostil para vivir, según circunstancias y necesidades.
Según sus palabras, la cinta analiza la importancia que tienen en nuestra infancia la educación y el entorno social y económico. ¿Piensa que estamos irremediablemente marcados por cómo nos han tratado de niños, por cómo de buenos –o malos– eran nuestros mayores?
Sin duda. Por lo menos, esa ha sido mi experiencia y la de mi entorno. Los factores educativos, el contexto social, los factores económicos y ambientales marcan de manera concreta nuestra personalidad y nuestro desarrollo en la vida. Dependiendo de dónde nacemos y del entorno, nuestra personalidad se moldea de un modo u otro. Según el arraigo o desarraigo; según la educación o la falta de esta; según tengas las necesidades mínimas cubiertas o no; según la cultura y según la capacidad de pensamiento crítico o la falta del mismo, se desarrolla nuestra personalidad, de una manera o de otra. ‘La deuda’, en cierta manera, cuestiona la teoría meritocrática que transmite que todos y todas podemos ser lo que queramos. Habla, entre otros temas, de esas personas que son lo que pueden y no lo que les gustaría ser. Donde el amor, el afecto y el sentido del humor, a veces, son la única salida.
Asegura que le gustan los retos. ¿Cuáles han sido los mayores que ha tenido que afrontar en esta película?
A nivel de dirección, los mayores riesgos han sido, por ejemplo, la elección de una de las protagonistas, Charo, de 92 años, no profesional. Es un riesgo absoluto por muchos motivos. Entre otros, a parte de su avanzada edad, te obliga a llevar a cabo una dirección actoral muy compleja para que no esté desigualada con actores y actrices del resto del reparto, como Susana Abaitua, Itziar Ituño, Luis Tosar, etc. Darle homogeneidad y ponerles al mismo nivel es complejo y contiene cierta dificultad en muschos aspectos. Por otro lado, dirigir, producir e interpretar también es complicado o casi imposible de solventar. Es demasiado reto para repetirlo.
¿Qué cree que diría Berlanga si levantara la cabeza y viera su película?
Con ‘Canallas’ creo que hubiera sonreído. Con ‘La deuda’ creo que pensaría que pertenece visualmente a otra época, pero que narrativamente puede ser anacrónica y que también se habría podido contar en la época en la que él realizó su cine.
Confiéselo, ¿piensa ya en su cuarto largometraje?
Pienso en la necesidad de descansar, de recuperame de este proyecto, por todo lo que ha conllevado y me ha desgastado y, a partir de ahí, tomar distancia y, desde la calma, pensar la manera de seguir adelante. Pensar si sigue mereciendo la pena contar este tipo de historias desde detrás de las cámaras o seguir haciéndolo desde delante. O volver a hacer teatro. Son algunas incógnitas que debo despejar.
‘La deuda’
Lucas, de 47 años, y Antonia, una anciana, conviven en un piso céntrico de la ciudad. La vida de ambos transcurre de forma cotidiana hasta que el proceso de gentrificación les obliga a abandonar su vivienda. Una decisión de Lucas cambiará el resto de sus vidas.
Viernes 14 Teatro Cervantes 22.30 horas