Protagonista Estibaliz Urresola
Tras su exitoso paso por Berlín, Estibaliz Urresola presenta en Málaga su personal reflexión sobre la infancia trans
Asegura que la noticia del suicido de Ekai, el niño trans de 16 años que se quitó la vida en 2018, fue el origen de esta película. ¿Cómo decidió convertir esta historia en el asunto de su primer largometraje?
Fue un proceso. El detonante fue acercarme a la asociación [Asociación de Familias de Menores Trans de Euskal Herria]. Cuando fui, no lo hice con la idea de hacer una película, sino con el deseo de comprender, de conocer. En 2018, el tema de las infancias trans no estaba para nada en la agenda social ni mediática. Y creo que había mucho desconocimiento. No era una realidad visibilizada. Sí conocíamos lo trans, pero siempre desde un enfoque adulto. Para mí era un tema del que tenía necesidad de comprender, de saber y de acercarme... Y en ese acercamiento fue cuando, poco a poco y después de estar en contacto con tantas familias y conocer sus historias, me di cuenta de que detrás de cada una de ellas había una película. No sé en qué momento decidí hacer una película, pero sí recuerdo que hubo dos cosas que me permitieron comenzar a construir un posible enfoque: uno fue el dato que señala que los niños y niñas que no han sido aceptados en el seno familiar incurren en intentos de suicidio hasta en un 40% en la edad adulta, algo que nos habla de la importancia de esa comprensión y aceptación en el seno familiar; y el otro fue el testimonio de muchas familias que me decían que quienes realmente habían transitado no eran los niños, sino ellos. Que era la mirada del otro hacia esos niños la que había transitado y cambiado.
¿Cree que el cine debe actuar como palanca para mover la mirada de la sociedad?
Hay muchos tipos de cine. Todos tienen su lugar, ocupan su espacio y son necesarios. Pero para mí, personalmente, es una herramienta para comprender más el mundo. Para iniciar vínculos y relaciones que me van transformado como persona a lo largo de la vida. Intento que también pueda ser una herramienta que aporte un nuevo punto de vista. El cine que más disfruto como espectadora es aquel que me permite ver un mundo que no conocía o el que me permite ver un mundo que ya conozco, pero desde un lugar nuevo. Y que me genere nuevas visiones y nuevas comprensiones.
Acude a Málaga tras hacer historia al ser la primera cineasta española en estrenar su ópera prima en la Sección Oficial de la Berlinale. ¿Cómo vivió la experiencia?
Es un momento de mucha expectación, nerviosismo, alegría, miedos… Se juntan muchas emociones. Es un trabajo que llevas haciendo mucho tiempo, en este caso cinco años, con una dedicación casi absoluta. Y claro que te encantaría que tu trabajo conecte con la gente, porque para eso hacemos las películas. La verdad es que compartir por primera vez la película en Berlín fue muy imponente. Era una sala enorme y con mucha audiencia. Para mi sorpresa, lo que recibimos fue un calor enorme. No sé si siempre será así, pero el arranque de la película me ha emocionado mucho.
También hizo historia su protagonista, la niña Sofía Otero, al lograr el Oso de Plata a mejor actriz protagonista con ocho años…
Para mí ha sido un viajazo increíble que he vivido junto a Sofía. En esto que te hablaba de los vínculos que se generan en el proceso de hacer la película, lo que se ha generado entre nosotras dos ha sido muy bonito. Al final, dirigir no es más que comunicarte, hablar, compartir, trasladar tus sentimientos y también recoger los de tus actores y actrices. En lo humano, este proyecto ha sido uno de los más bonitos. Para mí, verla recoger ese premio y emocionarse me llenaba de orgullo y felicidad. Fue realmente un momento muy emotivo.
Supongo que la dirección de actores habrá sido una tarea intensa…
Era uno de los mayores retos de este proyecto. Era lo que más me preocupaba y donde más energía he puesto. Fue muy bonito trabajar individualmente con Sofía, en esa labor de hacerle comprender el guion de la película sin dárselo; explicándole absolutamente todo el recorrido que hace su personaje en las distintas relaciones que emprende, tanto en las familiares como con el resto de niños que conoce. Fue muy bonito porque me obligó a buscar herramientas distintas para trabajar con ella el guion. Yo le iba contando cada escena y ella la dibujaba. Al final teníamos un guion que, en realidad, tenía más que ver con el dibujo que ella iba haciendo y que luego había que combinarlo con un trabajo más técnico y específico con los personajes adultos. Al mismo tiempo, había que garantizar que los dos registros conviviesen, y que permaneciera esa frescura y espontaneidad. Sofía acaba diciendo las líneas del texto, pero yo no se las decía literalmente, sino que intenté que ella tuviera ese espacio para expresarse a su forma. Y esa frescura tenía que convivir con la precisión y tecnicidad de todos los personajes adultos. Por ello fue súper importante el largo periodo de ensayos. Fue el mayor de los retos y al mismo tiempo lo más gratificante.
¿De dónde sale Sofía? ¿Cómo llega a convertirse en Cocó?
Lanzamos un casting de una forma convencional; a través de colegios, asociaciones, con carteles en la calle… Lo más curioso es que Sofía apareció en la primera sesión de casting. Ella estaba ahí desde el principio. Ella es una niña muy alegre, muy expresiva y muy vital. Y quizá eso me impidió ver que, en esa primera sesión, tenía delante al personaje que estaba buscando. Y eso que me pasó me parece muy bonito, porque tiene que ver con algo que pasa en la película: el rol que se le atribuye a una persona impide que la veas como realmente es. Y eso me pasó a mí con Sofía. Casi al final del proceso de casting ya habíamos visto casi a quinientas niñas y, en un momento de crisis, me puse a revisar todo por si se me había pasado algo. Entonces me di cuenta de que nunca le había hecho una prueba específica a Sofía para el personaje de Cocó y la convoqué ‘in extremis’ en las últimas sesiones. Y me quedé asombrada con lo que era capaz de dar. Ella era, abrumadoramente, lo que estaba buscando.
Jesús Zotano